Las generalizaciones, por norma general (nunca mejor dicho), casi nunca son buenas. Extender ejemplos particulares a todo un colectivo, sean cuales sean las dimensiones de este, es cuanto menos arriesgado y atrevido. Sin embargo, en el contexto del fútbol español que atendemos cada día hay algo que está muy claro: el arbitraje de LaLiga es una vergüenza. Los profesionales del VAR y sobre los terrenos de juego siguen cometiendo errores infantiles y teniendo actitudes deleznables, esquizofrénicas, caseras y patéticas. Hay que romperse las manos aplaudiendo a Nabil Fekir. Y cabe señalar que esta crítica la hago desde la subjetividad bética, pero creo que con muchísimos motivos y sobre todo, ante el inmovilismo y la ineptitud de los dirigentes de mi club.
El golpe que el franco-argelino asestó a la televisión del VAR no fue sólo de Nabil Fekir. Ni mucho menos. Ese golpe, llevaba cargada la rabia de decenas de compañeros y centenares de aficionados que semana tras semana ven como a su equipo nunca le benefician, que observan como el trato favorable siempre cae del mismo lado, que entienden que todo contacto en el área no es penalti y a su equipo siempre se lo pitan, pero al revés no.
El Real Betis Balompié, en particular, lleva recibiendo robos a mano armado perpetrados por cualquiera de los colegiados de LaLiga desde que el campeonato comenzó en septiembre y hasta hoy. Ante el Villarreal se le llegó a anular un gol por fuera de juego cuando el remate había sido del rival en propia puerta, o a expulsar a un futbolista por una protesta tras recibir catorce faltas y por una falta involuntaria a las primeras de cambio.
Por supuesto que Gil Manzano no entrará en la nevera, pues su actuación vergonzosa y punible se realizó frente a un equipo como el Betis, desalmado y en mitad de tabla. Para que esto sucediera, este señor tendría que tener los santísimos bemoles (y ruego que me disculpen) de realizar una actuación tan descarada frente a Barcelona y Real Madrid, y ahí sí sería noticia y todo se mejoraría. No les vayamos a tocar a sus dos niñitos tan mimados por papá y mamá.
El puñetazo de Nabil Fekir al VAR es, también, una protesta general por la caza de brujas personal que lleva recibiendo desde el día 1 que aterrizó en LaLiga. Uno de los futbolistas que más patadas, agarrones y empujones recibe, pero al final los árbitros siempre tienen a bien expulsarlo a él y dejar con total impunidad a sus agresores, protegidos por la interpretación que los ineptos del colegio de árbitros realizan. 7
El puñetazo de Nabil Fekir, aún habiendo roto la pantalla, no habría repercutido en nada. Total, la herramienta que debería ayudar a los árbitros a tomar algunas decisiones delicadas y complejas no se mira nunca, se sigue dando el paso siguiendo la primera impresión del colegiado, y a otra cosa.
El puñetazo de Nabil Fekir, en definitiva, es la expresión máxima de la rabia, la impotencia y del hartazgo de un futbolista, un equipo y una afición que no pueden aguantar más el maltrato y el perjurio de la meritocracia que semana tras semana recibe de la mayoría de árbitros españoles. Se están cargando el fútbol, sigan que ya les queda poco.