El Sevilla FC se encuentra, actualmente entre la espada y la pared, en una situación que los hispalenses no experimentaban desde hace décadas. El conjunto rojiblanco ha perdido su identidad como club, con actitudes y decisiones antaño impensables para una entidad como la sevillista, siempre galante y competitiva, fuese cual fuese la situación deportiva, en mejor o en peor posición.
El Sevilla se encuentra a un paso de los puestos de descenso y a la cola de su grupo de Champions League y, si bien es cierto que Julen Lopetegui tiene parte de culpa, ya que los antecedentes del final de la pasada temporada fueron desastrosos, la realidad es que otra parte del problema, la mayoría me atrevería a decir, recae sobre la directiva del equipo de Nervión, incluyendo la dirección deportiva.
Las nefastas decisiones de un Sevilla irreconocible
Todos sabemos que el equipo de Lopetegui nunca se ha basado en una potente vertiente ofensiva, sino todo lo contrario. El técnico vasco siempre ha destacado por su solidez defensiva y, en base a ello, aprovechaba sus oportunidades para matar los partidos. Sin embargo, parece que a Monchi se le olvidó este importante detalle. El sevillismo, como era lógico, pensaba que, tras las ventas de Koundé y Diego Carlos, llegarían, al menos, dos o tres nuevas figuras que pudieran suplirles.
Sin embargo, todo lo contrario, y es que Nianzou, aún verde, y Marcao, fuera de forma y aún sin debutar, han sembrado muchas dudas en un equipo sevillista que comenzó a resquebrajarse al final de la pasada temporada. Ya por aquel entonces, comenzaba a vislumbrarse el final de la era de Lopetegui en el Sevilla. Un entrenador que, con mejores y peores momentos, ha logrado batir récords, ha regalado una sexta Europa League y ha luchado siempre por defender los intereses de los hispalenses.
Ya sonaba su salida en verano, cuando ésta debería haberse producido. Lopetegui estaba siendo muy cuestionado ya entonces, pero Monchi y la directiva decidieron estirar una relación agónica que acabará de la peor forma posible, como se preveía. Hoy, a las nueve de la noche, el Sevilla se enfrentará al Borussia Dortmund con el vasco a la cabeza del cuerpo técnico sabiendo que Jorge Sampaoli será su sustituto y que el argentino está a las puertas del Pizjuán.
Sin duda, estas circunstancias son indignas para un entrenador que, sí, debía terminar un ciclo que no estaba yendo nada bien, pero que merecía una despedida mucho más honorable que la que a día de hoy se le brindará, con un Sevilla que parece haber perdido el norte tras muy malas decisiones en la cúpula directiva, empezando por un proyecto deportivo cuestionable, cuanto menos, por parte de un Monchi cuyo trabajo suele ser excepcionalmente profesional.
En cuanto a la directiva, con José Castro a los mandos, que ya no sabe qué hacer para favorecer sus propios intereses, está claro que se han olvidado por completo de las necesidades de un club que clama desesperado por volver a lo que fue durante muchos años, un club en constante crecimiento, competitivo y que nunca olvidó a sus aficionados ni su propia esencia, con profesionalidad y elegancia.
Ahora, Sampaoli se prepara para tratar de lidiar con un problema que nunca fue únicamente técnico, sino que viene de mucho más arriba. Muchos nos preguntamos si no podría el Sevilla haber hecho un esfuerzo en verano para no tener que hacerlo ahora en invierno, tal y como exige el argentino que, obviamente, necesita jugadores que encajen en un estilo de juego completamente diferente al de Lopetegui.
Muchas decisiones muy cuestionables que hacen pensar que algunos miembros del alto mando rojiblanco han pensado más en lo económico que en una planificación realista y necesaria para que el conjunto de Nervión mantuviese su estatus de equipo Champions, algo impropio de un Sevilla que no ha parado de crecer desde hace décadas trabajando siempre desde la honradez y la profesionalidad, ahora defenestradas y cuya ausencia, a mí parecer y al de muchos otros, es el principal problema de una entidad que trata de tapar cráteres con parches.