Isco Alarcón está en boca de todos en Madrid y en toda España. Al margen de lo comentado antes sobre su situación en Chamartín, el talentoso centrocampista malagueño ni siquiera fue convocado ayer para jugar ante la AS Roma. “Solari le puso la cruz el primer día”, decían anoche algunos. “Bale, Benzema, Asensio y compañía han tenido muchas más oportunidades que Isco”, decían otros. Excusas, en mi opinión.
Sin entrar a valorar si el ex de Málaga y Valencia es más o menos del gusto de Solari, -al final, es el entrenador y es quien debe decidir-, la cruda realidad es que Isco ha tenido el actual problema con casi todos los entrenadores que ha visto pasar por Chamartín: Ancelotti, Benítez, Zidane y ahora, Solari. Sólo con Lopetegui fue importante. ¿Habrá algo más en el fondo de la presunta conspiración contra el astro malagueño? Pues seguramente sí.
Dejando a un lado su supuesto sobrepeso, -ni lo sé ni puedo demostrarlo más allá de lo que publican algunos medios-, Isco es un futbolista al que cuesta encontrarle la posición. ¿Interior? Los hay de mejores, digo yo. ¿Extremo? Hombre, extremo no es. ¿Delantero? Mucho gol no tiene. ¿Mediapunta? ¿Y si juegas sin? En el Málaga tenía libertad y podía moverse por donde quisiera… pero esto es el Real Madrid.
Aunque hay otra cosa que se le critica mucho a Isco, y no depende precisamente de su posición: su comprensión y su rol dentro del juego. Tal y como hemos visto en muchísimas ocasiones, el ‘22’ blanco es un jugador al que le gusta aparecer en todas las zonas del campo, tanto si su equipo le necesita ahí como si no. Y claro, para el funcionamiento colectivo, a veces es algo molesto.